lunes, 10 de marzo de 2008


Joder, cómo huele a pelo quemado.
Ojalá no te des cuenta, pero van a ser mis pestañas.
Aparto la vista hacia la calle para bajar la temperatura y termino quemando un poco las cortinas. Verás cuando lo vea mi abuela.
Y si rehuyo tus ojos no es por vergüenza, sino por miedo, pues los míos son de conejo albino. Dos pupilas vitrocerámicas encendidas al 10.
Por fin, te vas; por desgracia te vas.
Abro las ventanas para que se vaya la peste y me quedo frío con las cortinas en la mano y la mente perdida entre tu cuerpo y lo que le diré a mi abuela, que la pobre ya no está para disgustos.